¿Por qué escribo?

¿Por qué escribo en este mundo? Pregunta interesante. Porque me transmite todo, porque el alma pide palabras. Retrocedo a mi pasado, busco hallar otras respuestas. En mi nacimiento encuentro la compañía del verbo. Alguna vez fui palabra, sonido escrito sobre mí. Mi primer cuerpo era cuaderno, en el que tú enunciaste bebé. Mamá, me convocaste con tu poder creador; madre, me trajiste a este mundo de caracteres. Escribiste en mi diario, en nuestro diario, un nosotros. Añadimos nuevos pasajes en mi infancia, y seguimos construyendo nuestros relatos. Porque sabemos lo importante que es lo escrito, porque entendemos la magia de la palabra.

¿Por qué escribo? Continúo. Me pregunto. Estoy en mis primeros años, aprendo a jugar con signos. El mundo reclama un sustantivo presente en sonidos sin sentido. Existo en infinitivo: acepto los tiempos. Emulo océanos, invento corrientes, atraigo los mares. No solo comunico, aprendo de refugios; conservo en mis palabras universos que me atraen. Me rodean ciertos libros, mi espíritu no está listo. Pero escribo porque no aguanto tantas historias sin contarlas.

Escribo. Entiendo. Empiezo. Comprendo. Así nadé con delfines en Australia, corrí por bosques de abedules y cedros, recorrí muchos templos griegos perdidos, y me entregué en cuerpo y alma a lo escrito. Me transformé en un gran mago, conjurador de realidades, e inmortalicé mis historias. Escribo para respirar en los mundos que deseo crear, porque en ellos quiero perdurar. Con mi mamá, mamá Luna, digo Muna. Con mi papá, padre ausente, Sol silvestre. Con mis hermanos, tres estrellas, un sistema. Con mis abuelas, Gran Abuna, Gran Melena. Con el abuelo, Sol anciano, matemático. Con mis tíos, con mis primos y sobrinos. Todos juntos: la serpiente y el lobezno, los dragones y leones. Porque mi diario es más que un cuaderno: es infinito que pronuncio de las sílabas de ensueños.