top of page

La noche que decidí recoger los fragmentos de un alma lastimada


ree

En los oscuros momentos de una noche, cuando los demonios internos surgen de las sombras y te arrastran al fondo de un purgatorio de agonías, me pregunté a mí mismo en dónde me encontraba y en qué momento me había perdido. Hacía mucho tiempo que me sentía extraviado en un mundo extraño y tormentoso. Me había subido en la montaña rusa de la vida y durante la mayor parte del trayecto había visto mi vagón completamente vacío. Me concebí vulnerable, solitario y abandonado. No obstante, y es lo más difícil de reconocer, yo era el verdadero causante de esos sentimientos negativos. ¿Por qué se me hacía tan difícil estar en mi compañía? ¿Por qué veía el exterior como un entorno peligroso que me hacía querer salir corriendo? ¿En qué momento había dejado de darle importancia a aquello que estaba en mi vida por la ilusión de algo nunca realizado? Entonces, miré en las tinieblas de mi memoria a un niño que se sentía rechazado por el mundo, a un joven solitario con miedo de ser él mismo y a un adulto desilusionado, que perdía cada vez más sus energías. Diferentes etapas de una existencia convergían en un par de inquietudes que creo que todos nos habremos hecho alguna vez en nuestras vidas.


Esa noche decidí abrazar aquellas inseguridades y sentí cómo cada una de sus esencias ingresaban a mi cuerpo al igual que el humo de un incienso se esparce por una habitación cerrada. Era complicado procesarlas a todas a la vez porque me hacían querer buscar una salida pronta. Entonces, a mi mente acudieron los recuerdos en los que no me sentía tan vacío, me transportaban a aquellas tardes de compañía en las que todo se sentía tan tranquilo y caloroso, pero ya no tenía sentido regresar a esos momentos. Estaba solo, por más que lo deseara aquella compañía pasajera se había ido.


Yo mismo esperaba en la oscuridad a que me viera, me escuchara y me explicara mi abandono. Di el primer paso, uno que destrozaba mi garganta y me hacía romper en llanto por los sentimientos que evocaba. Hablé, dejé que las palabras salieran libres para dialogar con cada uno de los estados que se habían manifestado y solo entonces pude comprender algo de lo que me había hecho el ciego.


⸻¿Por qué lo haces? ⸻era el reclamo⸻. ¿Por qué buscas que alguien te mire por quién eres y esperas que decida quedarse?


⸻¿Acaso tú tampoco lo quieres? ⸻respondí.


⸻¿Qué tiene de malo estar contigo? ⸻continuó tranquilo⸻. ¿Por qué es tan complicado para ti amarme?


⸻No es eso ⸻traté de defenderme, aunque no estaba tan seguro de que estuviera siendo honesto.


¿Era acaso posible que no me quisiera? Sí, tal vez había algo de verdad en sus reclamos. Llevaba demasiado tiempo haciéndome daño a mí mismo. ¿Cuántas veces no me recordaba lo horrible que era? ¿Cuántas veces no me había menospreciado a mí mismo o a mi trabajo? ¿Cuánto tiempo llevaba esforzándome por ser una buena persona con los demás cuando a mí mismo me trataba con tanto odio y resentimiento? Me di cuenta de que era un hipócrita y todo este tiempo el único que se había encargado de hacerme infeliz era yo mismo. Había tomado las críticas y los rechazos que había recibido aquel niño para que fueran el recordatorio constante de lo miserable que debía ser. A las crisis a las que se había enfrentado aquel adolescente les había agregado un poco más de dinamita y las había guardado en mi interior para que estallaran de vez en cuando, sumiéndome de nuevo en la depresión. Por supuesto, como resultado quedaba aquel adulto que perdía sus energías a causa de llevar una lucha constante consigo mismo.


⸻Perdóname ⸻le dije arrepentido⸻. No había querido aceptarlo.


Y lo abracé, mientras las lágrimas brotaban como ríos por parte de ambos. Le di el calor que le había negado durante tanto tiempo y me sentí un poco más calmado. No puedo negar que todavía había un vacío enorme, aún había tristezas y desilusiones que querían abordarme con cada muestra de afecto. Sin embargo, ya no sentía que estaba tan solo como antes y mi vista veía un poco mejor a través de la venda que me había construido. En la montaña rusa de la vida había distintas estaciones, personas subían y bajaban, algunas permanecían conmigo durante todo el trayecto, otras se perdían en la distancia. No obstante, los asientos a mi alrededor nunca habían estado vacíos y la única persona que de verdad se merecía ese lugar junto a mí había sido yo mismo. Era momento de salir del estado en el que me había metido, era momento de que yo me ayudara a recoger los fragmentos de mi alma lastimada.



Entradas recientes

Ver todo

Comentarios


Publicar: Blog2_Post

WhatsApp: +57 3214308520

  • Facebook
  • Instagram
  • Threads

©2022 por Aléxandros Wolf. Creada con Wix.com

bottom of page